octubre 26, 2010

Cuando no se puede esconder la basura debajo de la alfombra

¡Qué difícil es volver palabras el dolor y la bronca! El asesinato del compañero Mariano en Avellaneda, la impunidad descarada de los matones de la burocracia sindical peronista, las tergiversaciones de los medios, las excusas tibias de los que se pusieron incómodos, producen náuseas. Y desde el fondo de esa náusea escribimos esta reflexión.

Mariano Ferreyra fue asesinado por una patota de la gremial ferroviaria el miércoles 20 de octubre, de un tiro en el pecho en la estación de Avellaneda, a raíz de un corte en las vías en reclamo por la efectivización de cientos de compañeros de la línea Roca que hace años se encuentran sometidos a un régimen de contratos basuras que les rebaja el sueldo sistemáticamente y les recorta los derechos laborales mas básicos.


En primer lugar, quisiéramos expresar la bronca por las mentiras y ocultamientos de los medios de comunicación, y los funcionarios del gobierno que intentaron deslindarse de toda responsabilidad manipulando información. Nada de lo que ocurrió fue un simple enfrentamiento entre dos sectores sindicales. Hay quienes se sienten cómplices quizás, y equiparan el asesinato brutal y premeditado de Mariano a la protesta social como una manifestación más de violencia. Pero no hubo un enfrentamiento, ni una difusa muestra de violencia. Hubo un asesinato que tiene responsables materiales y políticos. La impunidad de la acción, la complicidad de la policía son pruebas de ello.


El gobierno buscó desmarcarse desde el principio afirmando su intención de encontrar a los responsables. Una y otra vez, los medios oficialistas reclamaron que no se hiciera "el juego a la derecha" lanzando acusaciones, sin importar cuan justificadas fueran. Pero es difícil ocultar no sólo la complicidad, sino la alianza firme que el kirchnerismo mantiene con el sindicalismo burocrático y mafioso, enriquecido a costa de acuerdos con las empresas cuyos intereses defienden en contra de los trabajadores. Este sindicalismo corrupto, especialmente consagrado en la CGT, es cómplice con la flexibilización y precarización del empleo, y por ello es un engranaje fundamental para sostener el modelo económico. Y si es cierto que las mafias gremiales enquistadas en la mayoría de los sindicatos importantes de nuestro país, lo mismo que el funcionamiento de la policía bonaerense, son entes autónomos, incontrolables, cuyo funcionamiento no depende exclusivamente de la buena voluntad de los gobernantes, por el nivel de putrefacción y corrupción interna que llevan, es hora de hacerse cargo y salir a denunciarlas; no de apañarlas, defenderlas y temerles. Y si es en estos aparatos burocráticos en los que el gobierno ha decidido buscar apoyo para su proyecto, ¿nada hace ruido? Se vuelve ineludible la necesidad de refundar el modelo sindical en nuestro país, que va de la mano del reconocimiento a los sindicatos de base, a lo cual el gobierno se ha negado sistemáticamente.


Y surgen más preguntas cargadas de bronca, pero también de la experiencia que venimos haciendo como parte del movimiento estudiantil y de las luchas de nuestro pueblo. ¿Por qué es tan difícil reconocer las evidentes contradicciones? ¿Por qué es manipulación hablar de que "la crisis causó dos nuevas muertes" pero no del "lamentable resultado de un enfrentamiento sindical"? ¿Por qué pareciera ocurrir lo mismo con cada reclamo desde abajo? Sean planes de trabajo, presupuesto para educación, 82% móvil, salarios, mejores condiciones de contratación; el drama dantesco que el gobierno pretende construir nos dice que cada justo reclamo popular "le hace el juego a la derecha" y deja al país en la antesala misma del infierno. La institucionalidad que se ha construido con la consolidación del actual modelo, parece incapaz de procesar contradicciones, como éstas no lleguen al extremo. Lo vimos cuando fue necesario irrumpir en el Ministerio de Educación para que finalmente nuestro reclamo sea oído. Lo vemos ahora, cuando solo después del asesinato de un trabajador, se decidió dar respuesta al reclamo colectivo de los precarizados y despedidos del Roca.


Por otro lado, merecen una mención los medios no oficialistas que desde la vereda de enfrente se centraron en su mayoría en contra del asesinato, llamando a la sociedad entera a la reflexión y al rechazo ante la prácticas patoteriles. ¿Cuán verdadero es ese sentimiento y cuánto de oportunismo político hay en estas declaraciones? Como la responsabilidad le cabe, y nosotros creemos seriamente esto, al gobierno de los Kirchner, fue sencillo para los medios anti K hacer de esto una herramienta para sustentar la fobia anti gobierno. No recordamos haberlos visto así de indignados con los asesinatos de tantos otros compañeros militantes y luchadores del campo popular, y no hace falta recordar el nefasto título del “gran diario argentino” cuando asesinaron a Maxi y Darío en 2002.

Quienes se incomodan con estas reflexiones, quienes defienden la institucionalidad del modelo sin reconocer la violencia y las exclusiones sobre las que el mismo se asienta, quienes tildan de violentos a los que nos organizamos desde abajo y afirman que cargamos con la mala herencia del 2001, deberían sacar sus propias conclusiones.

Mariano como tantos otros jóvenes, peleaba dentro de una organización de izquierda, para cambiar el mundo. Y aunque suene grandilocuente, esta frase es real. Hoy día, somos miles los jóvenes que luchamos día a día para pensar en un futuro distinto. Soñamos con eso, y como con soñar no alcanza, apostamos a construirlo. Los jóvenes que no renegamos de la herencia de lucha del 2001, no vamos a agachar la cabeza frente a la violencia del Estado, del sistema económico, de los aparatos sindicales.

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