noviembre 10, 2006

Declaración ante el consenso de los decanos

Declaración de la Corriente J. A. Mella ante el consenso de los decanos.
El peligro de la UBA es que se la dividan como botín de guerra
"Se nos acusa ahora de insurrectos en nombre de un orden que no discutimos, pero que nada tiene que hacer con nosotros. Si ello es así, si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho a la insurrección".
Manifiesto Liminar.

La novela parece llegar a su desenlace y se augura un final feliz. ¡Triunfó el consenso! ¡Volverá la normalidad! La novela la escriben los decanos y ellos son sus héroes protagonistas.
Durante todo el 2006 la UBA estuvo atravesada por una crisis de magnitud. No sólo la postulación al rectorado del ex-funcionario de la dictadura; no sólo la vuelta al poder de la Franja Morada, que cuenta en su prontuario con 16 años de corrupción y privatización de la educación pública durante el reinado de Shuberoff; no sólo la existencia de un régimen completamente antidemocrático que avasalla los derechos de decenas de miles de docentes y de cientos de miles de estudiantes; no sólo la vigencia de un estatuto completamente anacrónico. No sólo la asfixia presupuestaria y la desastrosa administración de los recursos económicos actuales o la secular decadencia académica y las paupérrimas condiciones de estudio y enseñanza; ¡¡SINO TODO ESO JUNTO!! fueron el detonante de esta crisis.
¿Quiénes quieren salvar a la UBA de este torbellino y quienes quieren impedirlo? Los acusadores se convirtieron en acusados. Los que fuimos golpeados salvajemente por impedir que la universidad vuelva a caer en manos de la Franja Morada y de un rector procesista, nos convertimos ahora en los “obtusos” que no queremos aceptar un pacto para que todo siga igual.
Hoy los decanos nos ofrecen el privilegio de ver como salvarán a la UBA. Lo harán a través de un pacto entre caballeros que divide a la UBA cual botín de guerra. Una guerra de poder que libraron hasta que no hubo más salida que el acuerdo; un acuerdo hecho a espaldas de la comunidad que no hace más que abortar los cuestionamientos a un sistema antidemocrático y las críticas a una administración corrupta; un sistema y una administración que lleva décadas y que lejos de “salvar a la Universidad”, como ahora declaman, la ha hundido en la mayor decadencia de su historia. ¿Los mismos nombres, los mismos “iluminados” se proponen ahora “salvar a la universidad” impidiendo la participación democrática de los que la sostenemos día a día?
Los decanos que, apoyándose en la lucha estudiantil, se opusieron al regreso de los privatizadores de la Universidad al gobierno de la UBA, hoy han llegado a un acuerdo con sus oponentes “suspendiendo las diferencias en pos del bien común”. Parece increíble que, siendo algunos de ellos “investigador del conflicto social”, se pueda adscribir a la tesis de la “suspensión del conflicto”, a la unidad de todos para “salvar la institución”, cuando lo que hay en juego son proyectos contrapuestos. Pero ocurre que esto no es un debate académico. Sólo puede entenderse el “bien común” del que hablan los decanos como su bien común, pues este acuerdo los pone a salvo de transformaciones democráticas que puedan resultar incómodas para quienes buscan perpetuarse en el poder, amparados por esta sátira de cogobierno.
Y por si faltara algo a la trama de este culebrón, detrás de este acuerdo aparece la mano tendida del gobierno nacional, que ha operado fuertemente para su concreción. Es que pretenden aprovecharse del golpe que la movilización estudiantil le ha dado al bloque de Alterini y a la Franja Morada para negociar con ellos pero imponiendo una nueva relación de fuerzas. No por nada los candidatos del “consenso” son dos peronistas que seguramente buscarán profundizar el hasta ahora complicado desembarco K en la UBA.
La UBA esta en crisis y necesita ser salvada, no podemos más que acordar con este diagnóstico. Esta en peligro la universidad pública y gratuita puesto que se la lleva a su tumba con políticas mercantiles que no hacen más que embrutecernos para que seamos compatibles con un mercado laboral que necesita mano de obra calificada. ¿Pero acaso se salvará la universidad devolviéndosela a sus verdugos?
Como en 1918, la universidad sólo puede ser transformada mediante su refundación sobre nuevas bases, radicalmente distintas a las actuales.
Una Universidad distinta es necesaria y es posible. Los estudiantes debemos escribir nuestra propia historia. Debemos apropiarnos de la herencia de los estudiantes del 18 y, emulando su gesta, cumplir nuestra misión histórica, proclamar nuestro derecho a la insurrección, a cuestionar, a luchar por otra universidad. No estamos dispuestos a bajar los brazos y ver pasar frente a nuestras narices el cadáver de la universidad; cada compañero que estudia o trabaja en ella tiene un lugar en esta lucha, su lucha por una universidad en la que todos los docentes puedan vivir dignamente de su salario, en la que los estudiantes se formen como seres humanos íntegros y no “para el mercado laboral” y el la que todos, estudiantes y trabajadores seamos los forjadores de su destino.

 El acuerdo de los decanos
Una solución de continuidad

Los decanos presentaron su programa de gobierno. En el análisis que hemos hecho del mismo, identificamos tres ejes que merecen comentario por parte de quienes nos oponemos a él. Vale la pena comenzar por lo referido al reclamo que inicia nuestra lucha: la democratización de los órganos de cogobierno. El programa propone “abrir el debate” para julio del 2007; no entendieron, o no quisieron entender, que los perjudicados de este sistema no queremos una promesa idéntica a la que estos mismos sectores nos hicieron en el 2002, no queremos que la historia se repita (esta vez como farsa); buscamos una resolución inmediata, democrática y efectiva. Como en todos los puntos del programa lo que encontramos aquí no son más que declamaciones generales sin ningún contenido ni compromiso real.
Los decanos proclaman la necesidad de salir de la asfixia presupuesta, pero el acuerdo se encuentra firmado por quienes durante la década del 90 – período de mayor pauperización presupuestaria de la universidad – fueron el equipo de trabajo de Shuberoff. De qué sirve que los decanos se pronuncien en favor del aumento presupuestario si la Franja Morada se quedará con la secretaria de Hacienda, encargada de la distribución de los recursos económicos de nuestra casa de estudios. ¿Puede ser el aumento presupuestario otra cosa que más que la reconquista de sus privilegios y la continuidad la política de que fueron generadores, política llevada a cabo en base a miles de docentes ad-honorem, salarios de hambre y deterioro general de la UBA? Por otra parte, el mismo Etcheverry se dedicó al final de su gestión a señalar cuántos millones le hacían falta a la UBA para funcionar; ¿y qué cambio?, absolutamente nada.
En lo que respecta a política académica, ámbito en que ellos, los decanos, debieran aportar todo su saber acumulado, no hay más que definiciones abstractas y declaraciones de buenas intenciones sin ningún anclaje en la realidad actual de la UBA. No hay en el programa ni una mención a la adaptación de los planes de estudio a las necesidades del mercado laboral flexibilizado que han sufrido nuestras carreras. Nada sobre la acreditación de nuestras carreras de grado ante la CONEAU, rechazada en forma generalizada por estudiantes y docentes, por ser la herramienta fundamental de intromisión empresaria y gubernamental en la universidad. Por el contrario se plantea la “reforma” de ese nefasto organismo. Ni una mención a la orientación mercantil de la investigación científica y de las deplorables condiciones de trabajo de los docentes. Ninguna referencia pedagógica. En definitiva, no existe análisis alguno de nuestra realidad y en consecuencia, ninguna propuesta que pueda dejarnos vislumbrar el futuro de brillo que ensalza su acuerdo.
Hay sí una propuesta concreta, pero que en lugar de volvernos en favor de este acuerdo nos opone aun más. Nos ofrecen incorporar a la UBA al Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), una resolución que traería aparejado la ampliación de consensos con las universidades privadas y así la posibilidad de formar parte de una eventual modificación de la Ley de Educación Superior (LES). Este camino tiene un final poco auspicioso, el de ceder a los marcos institucionales idénticos a los propuestos por la propia LES que dicen querer modificar. Marcos institucionales que darán a las universidades privadas y al gobierno nacional el derecho a opinar sobre lo que estudiamos y que sólo son útiles a los sectores privatizadores dentro de la UBA.
Los estudiantes hemos obtenido conquistas importantes este año. Instalamos el debate sobre el destino que debe tomar la universidad en la agenda. La necesidad de democratizar los órganos de gobierno y de trasformar la orientación general de nuestra universidad para ponerla a tono con las necesidades del pueblo trabajador. El consenso de los decanos pretende borrar de un plumazo estos logros dando una respuesta de la que no podemos, ni queremos, ser parte. Que firmen ellos su acuerdo para repartirse la UBA, nosotros nos organizamos para torcer el rumbo de esta disputa e impedírselo. Por eso llamamos a enfrentar con la movilización el consenso rosquero de decanos y construir nuestro propio proyecto, el de los estudiantes, docentes y no docentes en lucha.

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