Artículo publicado en la Revista del CEFyL
Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro.
Walter Benjamin
Ya volveremos y si no volvemos, seguiremos en el llano. Nosotros somos del llano, Susana, somos de abajo, somos los humildes, los que luchan por el bien, sin querer nada más que su parte, como la de todos (…) Si nosotros gozamos en la lucha, no en las roscas, trenzas y todas las porquerías de esas mínimas ambiciones. El sentido de nuestra vida es la lucha.
Cartas del Gringo Tosco
Recordar “el Cordobazo” es evocar una de las más memorables jornadas de lucha del pueblo argentino. En esas acciones de mayo del 69 se conjugaron muchos elementos positivos: la unidad obrero-estudiantil, el método de la acción directa, el desborde de la burocracia sindical por las bases, la emergencia del clasismo, la derrota de la policía. Haremos una pequeña reconstrucción de esas jornadas y el contexto en que se desarrollaron, para iniciar una reflexión y plantearnos algunos interrogantes de cara al presente: ¿Qué cambios ha sufrido la clase trabajadora desde entonces? ¿Y el movimiento estudiantil?¿Es lícito plantearnos el objetivo de la unidad obrero-estudiantil en los mismos términos actualmente que en la Argentina de 1969?¿Cuáles son las formas de construcción e interpelación más adecuadas para plantearnos el objetivo de unir la lucha estudiantil con el resto de los sectores populares en las condiciones presentes?
El contexto y los hechos
En primer lugar, el Cordobazo no puede entenderse sin recuperar el contexto internacional de la época y la tradición de lucha del movimiento obrero. Fue fundamental el cambio producido por el advenimiento de la dictadura de Onganía sobre el conjunto de la sociedad y, en particular, en el movimiento estudiantil. Las luchas de liberación se desarrollaban en todo el mundo con la influencia decisiva de la revolución cubana, que planteaba la posibilidad concreta de la construcción del socialismo en América Latina. En cuanto a nuestro país, los duros años de la Resistencia peronista habían fogoneado a miles de activistas, y un año antes, el 1º de Mayo de 1968, había sido fundada la combativa CGT de los Argentinos, conducida por el gráfico Raymundo Ongaro. El movimiento estudiantil, que había pasado del más rancio gorilismo a vivir sus años de oro del “cientificismo”, durante los 60 comenzó a unirse poco a poco a las luchas populares, hasta salir abiertamente a las calles a partir de la dura política del onganiato inaugurada por la “noche de los bastones largos”.
La descripción de los hechos puntuales del Cordobazo la dejamos en manos de unos de sus principales protagonistas, el dirigente de Luz y Fuerza en Córdoba y representante local de la CGTA, Agustín Tosco:
“El día 29 de Mayo amanece tenso. Algunos sindicatos comienzan a abandonar las fábricas antes de las 11 horas. A esa hora el Gobierno dispone que el transporte abandone el casco céntrico. Los trabajadores de Luz y Fuerza de la Administración Central, pretenden organizar un acto a la altura de Rioja y General Paz y son atacados con bombas de gases. Es una vez más la represión en marcha. La represión indiscriminada. La prohibición violenta del derecho de reunión, de expresión, de protesta.
Mientras tanto, las columnas de los trabajadores de las fábricas de la industria automotriz van llegando a la ciudad. Son todas atacadas y se intenta dispersarlas. El comercio cierra sus puertas y las calles se van llenando de gente. Corre la noticia de la muerte de un compañero, era Máximo Mena del Sindicato de Mecánicos. Se produce el estallido popular, la rebeldía contra tantas injusticias, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación. Es el Pueblo. Son las bases sindicales y estudiantiles, que luchan enardecidas. Todos ayudan. El apoyo total de toda la población se da tanto en el centro como en los barrios. (…) En las fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del trabajo y de la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese fuego que es del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones populares ya no se apagará jamás.”
Los principales impulsores y protagonistas del Cordobazo fueron las organizaciones obreras locales, fundamentalmente el SMATA y Luz y Fuerza, y los detonantes centrales fueron los “descuentos zonales” y la derogación el 13 de mayo del sábado inglés en varias provincias. El movimiento estudiantil jugó un rol fundamental en las jornadas de lucha popular. Las semanas anteriores habían estado signadas por movilizaciones estudiantiles y feroces represiones que dejaron varios muertos. En Corrientes, en el marco de una protesta por la privatización del comedor universitario, fue asesinado por las fuerzas policiales el estudiante Juan José Cabral. “En respuesta, la CGT de Corrientes y la federación de comerciantes cumplió un paro de repudio. En Rosario, los estudiantes universitarios decidieron suspender las clases y organizar un acto para el día siguiente. En este acto, la represión policial cobró una nueva víctima, el estudiante Adolfo Ramón Bello. Movilizaciones similares en Tucumán y La Plata también desembocaron en violentos enfrentamientos con la policía. La CGTA de Rosario convocó a un paro general para el día 23 de mayo. El 20, Ongaro encabezó una Marcha de Silencio en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, que fue reprimida con un saldo de 20 heridos y 160 detenidos. Se sucedieron enfrentamientos callejeros entre la policía y los estudiantes en Tucumán, La Plata, Resistencia, San Juan y Salta. Fue muerto, en Rosario, el estudiante de 15 años y obrero metalúrgico Luis Norberto Blanco”[1]. Es interesante resaltar, que aún en esta época donde el movimiento obrero tenía un peso específico en la realidad política nacional, el movimiento estudiantil se organizaba y masificaba en torno a sus propias demandas (comedor universitario y otras), y desde allí, en un contexto histórico que lo facilitaba, establecía sus relaciones con la clase obrera y el conjunto de las luchas sociales.
La emergencia del clasismo
El Cordobazo fue un ejemplo de lucha popular por su tendencia a la unidad, por la alianza de obreros, estudiantes, profesionales y clase media en general, por la radicalidad de sus métodos, y porque le dejó los días contados a la dictadura de la “Revolución Argentina” que se jactaba de no tener fecha de vencimiento. Pero sobre todo, por lo que significó para el futuro de la lucha de clases nacional, el desarrollo significativo del clasismo, de las organizaciones político-militares y de la izquierda revolucionaria que militaba tanto fuera como dentro del peronismo. Ese proceso, como sabemos, fue derrotado por la acción fascista de la derecha y culminada por la sangrienta dictadura militar del 76.
Es necesaria una reflexión sobre las características de la renovada influencia del marxismo en el movimiento obrero y la emergencia del clasismo, particularmente fuerte en los gremios del interior. Luego del Cordobazo, la creciente agitación de las bases, establece un marco más propicio para la influencia de las diversas corrientes de izquierda en la clase trabajadora, que se desarrollará en los años siguientes como no lo hacía desde 30 años atrás. “Sin embargo, corresponde subrayar que esto sólo fue una brecha parcial en el monopolio peronista. Los trabajadores de esos sindicatos se mantuvieron, en una mayoría abrumadora, leales al peronismo, y si bien ese peronismo de los obreros se abrió a una diversidad de ideas y contradiscursos de corte nuevo, en el sentido político más inmediato su apoyo a los nuevos dirigentes no se basó en la identificación política. Un militante del sindicato de Luz y Fuerza en Córdoba explicó el apoyo de sus compañeros a Tosco, quien no era peronista, en los siguientes términos: “La mayoría del gremio es peronista, pero votaron a Tosco como dirigente sindical. Lo conocemos por más de 15 años, es honesto, capaz, probado en la lucha contra la patronal” (…) Lograron movilizar a sus bases y adoptar un papel político que desafiaba al régimen y preconizaba una revolución socialista. Pero esa movilización se basó en gran medida en una lealtad a la combatividad y la honestidad de los líderes antes que en factores específicamente ideológicos”[2]. Expresión de ello, entre otras cosas, es el rechazo a las candidaturas electorales que le hicieron a Tosco distintos sectores de la izquierda, sobre lo cual su entonces compañera Susana Funes, explica: “La verdad es la verdad, y la verdad es que Agustín no siguió con su candidatura porque entendió que Perón era un contrincante difícil, los trabajadores respetaban a Agustín, lo querían, habían luchado por su liberación y sabían muy bien la diferencia entre él y los caciques sindicales, pero la clase obrera en su mayoría era peronista”[3]. Otro caso que corrobora este fenómeno es lo dependiente que fue la fortaleza de la CGTA del conocido “movimiento pendular” de Perón, que Ongaro denominaba el “tacticaje”. En los hechos, la CGT de los Argentinos pudo surgir con un peso específico en la clase obrera en la medida en que Perón decidió darle aire para combatir a Vandor y su proyecto de un “peronismo sin Perón”, pero cuando el General decidió restarle apoyo y llamó a la “unidad sindical” en torno a las 62 organizaciones la CGTA se vio rápida y severamente debilitada. Por tales motivos, Tosco consideraba profundamente sectarias las posturas del SITRAC-SITRAM, que atribuía a la influencia de la intelectualidad pequeño-burguesa de quiénes redactaban el periódico SITRAC: “Pocas veces he visto tanto sectarismo, tanto engreimiento y falta de humildad y sencillez proletaria. Sinceramente me dan asco por su desprecio a todo lo que no sea ellos”[4]. Al mismo tiempo rechazaba las respuestas de Atilio López por oponerles un discurso “nacional y anticlasista”, porque “lo nacional, ¿qué es? Antepuesto a clasista, ¿qué es? Es el lenguaje de Rucci de Taccone, de los fascios, de los yanquis”. Lo que él debiera haber dicho, decía Tosco, es que “todos los trabajadores somos clasistas, porque pertenecemos a la clase trabajadora. Y no sólo los dogmáticos y los sectarios (…) los exclusivistas y excluyentes que se denominan “clasistas” en oposición a los demás”[5].
El legado de la lucha de calles
La reivindicación del Cordobazo y sus enseñanzas no debería hacernos perder de vista las enormes diferencias históricas existentes entre aquella época y la actualidad. Cuando cantamos “obreros y estudiantes como en el Cordobazo” no deberíamos tomarlo al pie de la letra. Tener memoria histórica es fundamental para la militancia popular, pero precisamente para tener un sentido histórico en las luchas y las construcciones del presente. De lo contrario, corremos el riesgo de caer en posiciones ahistóricas, en reivindicaciones abstractas de la unidad entre obreros y estudiantes, mediante lo cual terminamos vaciando la referencia de toda densidad y radicalidad. Precisamente porque la necesidad de unir la perspectiva del movimiento estudiantil y el conjunto de la comunidad universitaria con los destinos de la clase trabajadora y los explotados es una tarea tan seria como necesaria, no deberíamos banalizarla con mero verbalismo y consignismo. Luego de la derrota de los 70, la dictadura y el neoliberalismo ni la clase obrera ni el estudiantado se encuentran en las mismas condiciones, tanto desde el punto de vista estructural como subjetivo. Y no decimos estudiantado porque sí, sino porque pensamos que la tarea es reconstruir un movimiento estudiantil hoy inexistente como tal.
Al mismo tiempo, creemos que es bastante evidente que en la actualidad la clase obrera no tiene la misma composición que entonces, presentándose en forma mucho más difusa y fragmentada, con una menor y más diluida presencia de obreros industriales, y una mayor imbricación con el territorio y el pueblo pobre en su conjunto[6]. Además, han surgido nuevos movimientos sociales y métodos de lucha, como en nuestro país son los piqueteros, las asambleas ciudadanas contra la explotación de los recursos naturales, etc. Es una tendencia que adquiere características continentales, sobre todo en aquellos países con una presencia específica de los movimientos campesinos e indígenas.
De aquella gesta gloriosa que fue el Cordobazo, nosotros desde el movimiento estudiantil retomamos sobre todo que para encarar luchas serias por nuestras reivindicaciones y hacer nuestro aporte a la lucha popular, tenemos que ser miles. Y para ser miles, tenemos que dialogar y construir de acuerdo a los tiempos que vivimos con el conjunto de los estudiantes, es decir esa amplia mayoría que no milita en organizaciones políticas. Para eso hay que abrir genuinos espacios y canales de participación más allá de las agrupaciones, abandonar las luchas intestinas y los narcisismos de la pequeña diferencia, para masificar cambiando radicalmente la lógica de los Centros, la Federación y todos los espacios de participación estudiantil. Porque en definitiva el mayor aporte que podemos hacer al conjunto del campo popular es construir un movimiento estudiantil masivo, organizado y con capacidad de movilización. Ese es el desafío al que desde La Juntada nos proponemos aportar para retomar los grandes legados que nos dejó el Cordobazo: el camino de la unidad popular y la lucha de calles.
[1] Pozzi, Pablo y Schneider, Alejandro, Los setentistas. Izquierda y clase obrera: 1969-1976, Eudeba, Buenos Aires, 2000, P. 52.
[2] James, Daniel, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005, p. 310.
[3] Licht, Silvia, Agustín Tosco y Susana Funes, historia de una pasión militante. Acciones y resistencia del movimiento obrero (1955-1975), Biblos, Buenos Aires, 2004, p.229.
[4] Licht, Silvia, op. cit., p.108.
[5] Licht, Silvia, op. cit., p.110.
[6] Incluso en aquella época la centralidad de la fábrica no era homogénea en todo el espacio nacional. Daniel James señala que “En los marcos urbanos del interior donde se habían instalado industrias nuevas el conflicto social generado por la vida fabril se prolongaba en el exterior de la planta y era reforzado por pautas de segregación social y espacial. La oposición social emergente de esas industrias modernas no era desdibujada por un amplio marco urbano, sino, por el contrario, visiblemente subrayada. La estrecha proximidad física entre el lugar de trabajo y el de vivienda –particularmente en las muchas ciudades del interior donde había una sola industria- también contribuía a fortalecer la solidaridad interna de las comunidades obreras.
En Buenos Aires la fábrica no ocupaba un sitio tan central, pues formaba parte de una vasta estructura urbana donde se diluían tanto los contrastes como las solidaridades que se generaban en los puestos de trabajo.” James, Daniel, op. cit, p. 302.
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