“El problema es ver bien en que momento estamos y qué es mejor empezar a cambiar en este momento. Así podemos plantearnos actos, acciones que podamos hacer y así ir creando potencia en el sujeto. Se va creando la propia estima del sujeto y el sujeto va viendo que se puede. Claro que se puede: ¡Podemos! Pero eso tenemos que hacerlo ver, para nosotros mismos y para los demás, con acciones concretas. Ir avanzando en estas acciones concretas hasta poder conformar sujetos fuertes, poderosos, con capacidad de dialogar entre nosotros, e ir creando redes fuertes, cada vez más amplias, de manera de ir recomponiendo el gran movimiento popular nacional”
Miguel Mazzeo, Bs As, 4 de marzo de 2007
El pasado 11 de noviembre, en condiciones de total irregularidad, se realizó la sesión extraordinaria del Consejo Directivo de nuestra Facultad para (re)elegir al actual Decano. Como ya fue señalado en anteriores comunicados, tanto de La Mella como de La Juntada - frente político del cual formamos parte - esta sesión es producto de un nuevo acuerdo entre la derecha radical que maneja el rectorado y los ex “progresistas” que manejan Filo, que en el Consejo Superior votaron a favor del adelantamiento de la Asamblea Universitaria, posibilitando así una maniobra con el único fin de lograr la reelección de Hallú 14 de diciembre, cerrando cualquier tipo de cuestionamiento y debate con respecto a esta instancia.
Es por esto que desde Colectivo de Izquierda-La Mella repudiamos ese adelantamiento y lo consideramos ilegítimo, porque tiende a cerrar debates que ni siquiera fueron dados por los distintos bloques del poder conservador y privatista de la UBA. El pacto de los decanos del 2006 cerró un largo proceso de lucha y dejó trunca la posibilidad de discutir el proyecto de la Universidad que queremos, dando lugar al mero juego prebendario de la rosca que no apunta a nada más que al mantenimiento del statu quo. La negativa a discutir la reforma del Estatuto Universitario (único elemento por el cual los “decanos progres” –Trinchero entre ellos- y un conjunto de fuerzas políticas embelezadas por los espejitos de colores que ofrecía la derecha radical, pudieron sostener públicamente el oscuro pacto firmado), la eliminación del artículo 71 del Estatuto que cercenó todos las obligaciones de la Universidad con el bienestar de los estudiantes, la escandalosa asunción de Hallú en un Congreso Nacional vallado y con represión policial a quienes nos manifestábamos en contra de que se elija un Rector sin antes reformar los estatutos, constituyeron un retroceso enorme para poder pensar un Proyecto de Universidad al servicio de los intereses populares y de la inclusión de los sectores más dinámicos de la sociedad y de la academia en el proceso de producción social del conocimiento.
Es por todo eso que no resulta llamativa, a esta altura, la patética campaña que intenta montar la gestión sobre los “métodos violentos” de los estudiantes que recurrimos al escrache y a la movilización cuando son ellos mismos los que violentan permanentemente la “institucionalidad” con sus prácticas corruptas y con el adelantamiento ilegitimo de la elección de decano y de la Asamblea Universitaria, desconociendo el derecho de miles de estudiantes a expresar su voluntad en los cogobiernos de la Universidad.
Fueron ellos quienes firmaron el acuerdo en el 2006, con el congreso vallado, mientras afuera los estudiantes éramos reprimidos por la policia. Los mismo que rápidamente "olvidaron" la reforma de los estatutos y que recurren permanentemente a actores externos para solucionar los problemas internos, violando así la Autonomía Universitaria.
Pero lo antidemocrático y antipopular de nuestra universidad no sólo está vinculado a cuántas sillas ocupa cada claustro en los órganos de co-gobierno, sino también reside en la Universidad que hoy produce y reproduce conocimiento y mano de obra para el mercado. Una Universidad que excluye a miles de estudiantes por no garantizar las condiciones mínimas para su existencia como comedores, apuntes, becas, alojamiento, guardería, boleto estudiantil; para inviertir millones de pesos en financiar a la corporación de editoriales privadas (CADRA) o en la construcción de edificios para posgrados pagos, entre otras cosas. Es también una Universidad que prioriza los convenios con las grandes multinacionales regalándoles el derecho a decidir sobre nuestra formación, apuntando a la profesionalización, al carrerismo individual y la eliminación de un horizonte colectivo de cambio social. En otras palabras, una Universidad incapaz de tener un objetivo social más amplio que el de reproducir sin cuestionamientos.
Para poder transformar todo esto creemos indispensable ser miles en las calles, debatiendo en los cursos y construyendo movimiento estudiantil, porque estas luchas no se ganan entre pocos ni rosqueando, sino construyendo desde abajo, apostando al poder popular. Cuando hablamos de Poder Popular, estamos hablamos de una construcción en la que todos y todas estemos involucrados, donde no existen intérpretes y representantes de los verdaderos intereses de los estudiantes, sino verdaderos estudiantes trabajando de conjunto por sus demandas y por la construcción de sus horizontes posibles.
Y para esta construcción, creemos que no se pueden saltear pasos: las acciones llevadas adelante por “los conscientes” no pueden suplantar al movimiento. Partimos de una ausencia de participación, basada en una crisis de legitimidad de la política como herramienta de transformación; esto se hace visible en la separación entre las organizaciones estudiantiles y los estudiantes no agrupados. En muchos casos estos prejuicios tienen un asidero real, ya que la política universitaria tiene una lógica de declamación y poca transformación de la vida cotidiana. Por eso creemos que el camino es bajarse de las definiciones esclarecidas y dogmáticas, para trabajar desde abajo construyendo estas definiciones colectivamente: esa es la única forma en que las reivindicaciones sean reales y propias. En este sentido fue que pensamos y llevamos adelante un plenario de cara a la elección de decano, pasando por cursos e intentando dialogar entre todos para construir un pliego de reivindicaciones propio. Tenemos la certeza de que vale el intento de andar este camino que sabemos largo, pero con la potencialidad de aquello que prefigura una nueva forma de organizarnos y reconstruir entre todos el movimiento estudiantil.
Esta apuesta incipiente que algunas organizaciones nos estamos dando, no entra en tensión con la lógica de la coyuntura y el conflicto inmediato. Teniendo como objetivo claro impedir la asamblea universitaria el 14 de diciembre, consideramos que es necesario organizar toda nuestra fuerza y nuestra bronca para lograr dicho objetivo. Pero esto no quita que debamos detenernos a pensar qué es lo que contribuye - y qué es lo que no -para conseguir lo que queremos. Entendemos asi que las acciones llevadas por algunos pocos que resultan indiferentes para la mayoría no contribuyen de ninguna manera a incluir a más compañeros y compañares a llevar adelante y ganar sus luchas y a participar en los conflicto que para esto surgan. Lejos de eso, lo que hacen es desvalorizar y ridiculizar las medidas de lucha y los reclamos, imprimiéndoles así una dinámica donde la conquista no parece ser lo importante, sino la lucha por la lucha misma.
En este sentido, desde Colectivo de Izquierda evaluamos que de cara a la elección del decano, era primordial lograr debates en el claustro estudiantil que construyan la legitimidad de nuestras reivindicaciones y que acumulen fuerza entre los estudiantes. Es por eso que miramos con preocupación la decisión de algunas agrupaciones de la Facultad que consistía simplemente en bloquear la elección del decano de forma desesperada, como paso previo a detener la asamblea universitaria, cuando por irresponsabilidad - o no sabemos por qué razón - no fue comunicado a los estudiantes con antelación el tratamiento en el Consejo Superior del adelantamiento de la Asamblea Universitaria por la única consejera superior estudiantil de izquierda. Creemos que así como se ha bloqueado la última sesión de Consejo Superior, podría haberse evitado también aquella y quizá de esta forma hubieramos estado en mejores condiciones para ganar el conflicto; en cambio ahora nos encontramos en una carrera contra reloj, donde el conflicto es sentido ajeno por gran parte de los estudiantes. Esto no significa abandonar la lucha, sino ser conscientes de donde partimos, para pensar que tácticas nos damos para avanzar en esta pelea.
Por todo esto, porque sabemos que las luchas no se ganan entre pocos, creemos que es necesario que todos y todas estemos comprometidos con el trabajo de democratizar la UBA. Y para esta tarea son necesarias las fuerzas del conjunto de los integrantes de la comunidad universitaria, porque todos los aportes resultan ahora imprescindibles. Trabajemos todos juntos para impedir un avance más en esta línea: no podemos permitir que una asamblea ilegítima en todos sus sentidos decida el destino de nuestra universidad. Si contamos con el compromiso de todos, tenemos la certeza de que la democratización será algo cada vez más real y posible.